sábado, 19 de febrero de 2011

Sábado Sabadete...

Sábado noche.
Este fin de semana ha tocado currar, turno de tarde. De 2 a 10 de la noche. Nivel de tráfico, bajo. Muy bajo. He tenido suerte y me he "escaqueado" una hora antes del curro, porque total, para lo que había que hacer...

Un turno de 8 horas, del que han sido solamente 3 horas efectivas controlando, u "horas aeronáuticas" como las llaman ahora los señores Lema y Blanco en España. Aquí no existe eso. Aquí entras a las 2 en el edificio y sales a las 10, son 8 horas en las que estás a disposición de la empresa. Son las horas que se trabajan. Que controles, o no controles, ¿qué más da si tienes que estar ahí?

En mi caso, he estado viendo el fútbol en la sala de descanso, he mirado mis correos y seguía el partido del Córdoba por internet, que ha ganado 1-3 al Xerez C.D., también me he comido un sandwich y he estado jugando con el móvil un rato. En el caso de otros controladores, quizá no hayan hecho nada en su tiempo libre, o quizá hayan estado organizando sus otras tareas aparte del control, como gestión del turno (supervisores), gestión de training, poniendo al día los informes sobre los chequeos anuales, creando boletines para informar de las últimas ocurrencias en materia de seguridad, etc.

En definitiva, que yo, como novato, solamente me limito a controlar. Los más veteranos, o con otras funciones se dedican a más cosas aparte de controlar. Además, de manera voluntaria. ¿Esas horas computarían como aeronáuticas en España o serían de trabajo "por amor al arte"?

Los descansos son muy importantes en este trabajo, en el que la fatiga y la concentración comparten valores inversamente proporcionales. La fatiga aumenta a la vez que la concentración disminuye. No imagino una jornada en la que tuviera que trabajar 8 horas "aeronáuticas" al día, con su 25% de descanso, serían 10 horas mínimo que estaría en mi lugar de trabajo, más el tiempo que tarde en ir y volver hasta mi casa. Contando que no tuviera que hacer nada más en el día, me quedarían 13 horas para "descansar" en el mejor de los casos.

Por supuesto, hay otros trabajos que tienen unas condiciones peores, e incluso están peor remunerados. Pero poco tiene que ver, ya que no podemos comparar situaciones parecidas en trabajos distintos.

No podemos comprara la jornada laboral de un minero con la de un maestro, o la de un jornalero del campo con la de un cirujano. Solamente podemos comparar con iguales para determinar si las condiciones son peores o mejores.

Si comparamos la jornada laboral de un controlador español con la mía por ejemplo, gano por goleada. Trabajo por ciclos de 6 días y 4 de descanso. En España trabajan 4 días y 2 de descanso. Y contando que el cuarto día en España es un turno de noche, acaba la mañana del quinto día, con lo cual supongo que perderás parte de tu primer día de descanso durmiendo para recuperar el sueño perdido en la noche de trabajo. Y al día siguiente deberás acostarte temprano porque empezarías a trabajar en turno de mañanas al otro día.

No sé el número de horas que trabajarán en España por día, pero yo trabajo 8 horas por día. 48 horas por ciclo. 144 horas por mes como máximo. Horas de trabajo, no horas de control.

Si en España ahora la moda es converger con los criterios europeos (licencia europea, Single European Sky, tasas de navegación, coste-productividad de controladores) deberían haber pensado en adecuar el número de controladores para que la jornada laboral fuese también simliar a la europea. Ya que intentan copiar el sistema público privado de gestión aeroportuaria, como en UK, ¿por qué no copian las cosas buenas como la gestión de la jornada laboral?

Otra de las cosas que me llama la atención es lo de la autogestión. Se criticaba a los controladores porque ellos gestionaban sus horas de trabajo. En mi empresa los controladores gestionan las horas de trabajo. Gestionan qué sectores deben abrirse de acuerdo con el volúmen de tráfico en cada momento. Gestionan las vacaciones, días libres de controladores, según la demanda de tráfico. No viene ningún hombre con un traje desde un despacho, sin tener ni idea de controlar, a decir cuántos sectores se utilizan ni si me hacen falta más controladores para el martes que viene. Porque los que están trabajando, controlando aviones, son los controladores. Son los que más idea tienen de mantener el flujo organizado, eficientemente, y sobre todo, de manera segura. Mucho más que cualquier chupatintas del Management. Por eso son los que deben gestionar estos asuntos.

Y lo de las vacaciones, tres cuartas de lo mismo. Hay un libro anual en el que se apuntan las peticiones para vacaciones, y normalmente casi todas se confirman. Porque normalmente se pueden permitir estar 4 o 5 contorladores por turno de vacaciones como máximo, porque hay controladores suficientes para llevar el tráfico con holgura. Las programaciones se cumplen, hay flexibilidad, si necesitas un día libre o un día te encuentras mal y llamas diciendo que no puedes trabajar, no tienes que devolver el día, ni te lo quitan de vacaciones. Simplemente no estás listo para trabajar. Y es lo que primero te enseñan cuando entras a la academia. Si no estás en condiciones de trabajar, no vayas. Preferimos que te quedes en casa antes de que trabajes por debajo del 100% y puedas provocar un incidente.

Me pregunto, señor Ministro y señor Presidente de AENA, por qué no se han dedicado a estudiar cómo se gestiona la jornada laboral en Europa, cuando de haberlo hecho, se hubieran ahorrado muchos problemas y tendrían a los controladores aéreos bien contentos.

Bueno, me despido ya que es hora de dormir, que mañana hay que seguir trabajando. Pero no sin antes expresar mi apoyo a todo el personal de tierra de AENA y no-AENA que trabaja en aeropuertos y que va a comenzar a movilizarse contra la privatización de la mayoría de aeropuertos de la red nacional, cuyas instalaciones pagadas por todos los españoles (y no por los que vuelan, sino TODOS) serán explotadas por capital privado (ACS, FCC, Ferrovial, entre otras), y cuyos trabajos están ahora mismo pendientes de un hilo.

Un saludo y buenos vuelos!

miércoles, 16 de febrero de 2011

El deporte nacional.

Hoy voy a hablar del deporte más practicado en nuestro país. Aunque no esté oficialmente reconocido ni aparezca en las páginas del Marca, la mayoría de los españoles lo practicamos (nos meteremos todos en el mismo saco, y que cada uno se salga como pueda, si es que puede). No se trata del fútbol, ni del baloncesto, ni siquiera del tenis. Se trata de la envidia.

Según la iglesia es uno de los siete pecados capitales. Yo no lo veo como un pecado. Sino como una virtud. Una característica humana innata en todos nosotros, y que con el paso del tiempo, al igual que las demás virtudes, destrezas, genética pura, se va manifestando y exteriorizando, en mayor o menor medida.

Así, ya desde muy pequeños, envidiamos lo que otros niños tienen, simplemente porque nosotros no lo tenemos. Esta envidia, es, digámoslo así, sana. No existe ninguna maldad en este tipo de reacción, es simplemente el querer algo que nos llama la atención y que no tenemos. Normalmente es un juguete o algo similar, y este sentimiento de envidia desaparece prácticamente en cuanto nuestros padres nos ofrecen otro objeto o simplemente, desaparece de nuestra vista porque el otro niño ya se ha ido.

Es cuando nos hacemos adultos cuando esa envidia se vuelve más peligrosa. Empezamos a envidiar a los demás, simplemente porque llevan una vida mejor, o porque consiguen un trabajo. O porque ganan mucho más dinero del que nosotros nunca ganaremos, o porque tienen una pareja más atractiva que la nuestra, o porque viven en casas mejores.

La envidia se alimenta y crece mucho más cuando se une a la crítica, normalmente la destructiva. Siempre criticamos al que envidiamos, e intentamos sacar todo lo negativo de esas personas que poseen más que nosotros. Pero no nos paramos a pensar cómo consiguieron todo lo que tienen.

Los deportistas, por ejemplo. ¿Quién no ha envidiado alguna vez a Messi o Cristiano Ronaldo, Michael Schumacher, Roger Federer o Pau Gasol? Son multimillonarios, llevan una vida de lujo, coches, casas, éxito en su profesión. No nos paramos a pensar que al igual que ellos, miles de niños empezaron en las categorías inferiores de algún equipo de fútbol de barrio, o conduciendo karts, o aprendiendo a jugar al tenis junto con otros niños, y que fueron destacando por sus cualidades físicas y técnicas. Nadie les regaló nada. Todo fue fruto de su trabajo y de sus capacidades innatas que les hacían destacar sobre sus compañeros. Y así lo siguieron haciendo en las categorías superiores, hasta llegar al lugar en el que están ahora. Quién sabe cuántos sacrificios tuvieron que hacer. Dejar a sus familias o hacer que se trasladasen a vivir en países diferentes al suyo, dejar de lado la educación superior…

El hecho de que cobren cifras estratosféricas no es culpa suya, es culpa de sus jefes, de los que mandan en los clubs más ricos del mundo. Obviamente hay muchísimos futbolistas, tenistas, deportistas en general que no llegarán a ese nivel, pero simplemente fue porque no destacaron por encima de sus compañeros, o no tuvieron esa “suerte” de tener el gen específico que determinara su superioridad respecto a otros.

También ocurre con otros profesionales, por ejemplo grandes empresarios, directores de bancos importantes. Están donde están porque destacaron, porque dieron el paso hacia delante que necesitaban cuando había que darlo. Porque arriesgaron y se endeudaron para crear un negocio que tras los años, y con mayor o menor sacrificio, dio sus frutos y hoy en día vemos sus productos en infinidad de países. Gente que a lo mejor empezaron vendiendo ropa en una pequeña tienda y hoy son dueños de las grandes marcas. Tuvieron visión de futuro, inteligencia y medios para poder avanzar.

Sin embargo, nosotros, el resto de los mortales, nos limitamos a decir “Qué suerte que tienen, con lo que cobran, la vida que llevan, y todavía se quejan. Ojalá me dieran a mí la mitad de lo que tienen”. Bueno, si nos paramos a pensar, no tenemos lo que ellos tienen no por suerte, sino porque no destacábamos cuando debíamos destacar. Nuestra mediocridad nos “condenó” a ser lo que somos, a cada uno le corresponde ser lo que es. Cada cual se forja su destino con las armas que cuenta. Si tienes muchas armas con las que luchar (véase genética, economía, inteligencia, etc.) tendrás más opciones de llegar más alto. Si no, tendrás que emplearte el triple para llegar a ser alguien. Este tipo de envidia nos hace ver al menos que estas personas tenían algo especial que les hizo llegar a la cúspide, algo que quizá nosotros no tuvimos en su momento, no destacábamos lo suficiente. Yo era más bien bajo, gordo, de familia numerosa de clase social media. Obviamente no iba ni para estrella del deporte, ni modelo publicitario, ni para inversor de capital en las petroleras de Oriente Medio. Poca cosa había que hacer.

Pero la envida se vuelve aún incluso más mezquina cuando se centra en las personas más cercanas a nuestro entorno. Los que nos rodean. Aquellos que consideramos “personas normales”. Envidiamos a los que tienen algo más que nosotros. Pero no porque lo tengan, sino porque nosotros no lo tenemos, y lo que es peor, y más común, que nunca podremos conseguir. Nos quejamos de que fulano trabaja como director de banco, o de lo bien que viven los profesores de universidad, o los controladores aéreos que trabajan muy poco y cobran mucho (aunque no sea del todo cierto), o los bomberos, o cualquier otro tipo de trabajo que no sea el que nosotros tenemos.

Son varios los motivos por los que sentimos envidia de este tipo de personas. Es fácil escuchar eso de que “¡los profesores sí que viven bien! 14 pagas, 3 meses de vacaciones al año, fines de semana libres, trabajan de 8 a 3 como mucho. Un trabajo así lo quiero yo también”. Tendríamos que preguntarnos, “¿Por qué no lo tengo?”.

Quizá porque no estudiaste cuando deberías haberlo hecho, porque dejaste de ir a la universidad cuando te salió otro trabajo, porque no te has preparado unas oposiciones porque las consideras un coñazo y “siempre entran los mismos”. O los controladores aéreos, “viviendo en un mundo paralelo, con sus sueldos de más de 200.000 euros, trabajando menos de 1.200 horas al año, mientras yo en la obra me parto la espalda y no llego a los 1.200 al mes trabajando 40 horas semanales”(según las palabras de nuestro gran salvador el Menestro José Blanco). Bueno, si hubieras estudiado en vez de meterte a trabajar de albañil (por ejemplo) con 16 años porque así tenías dinero para ahorrar y comprarte un Seat León y pasearte por tu pueblo los fines de semana mientras otros “pringaos” se dedicaban a encerrarse y partirse los cuernos para sacar los exámenes adelante, quizá ahora estarías en otra situación. A veces las circunstancias familiares no ayudan, porque se necesita una ayuda económica extra en casa y el niño tiene que dejar los estudios para aportar un salario más en la casa para poder subsistir.Es entendible. Pero aún así, no es culpa de aquel que ha estudiado y se ha currado lo suyo para llegar a donde está, y no tenemos derecho a criticarlo.

No tenemos derecho a envidiar ni a quejarnos de lo que tienen otros, cuando nosotros, si hubiéramos puesto de nuestra parte, podríamos haber llegado a tenerlo. No estoy hablando de llegar a jugar de titular en el F.C. Barcelona o pilotar un Ferrari.

No tenemos ni derecho ni razón cuando criticamos a los demás por tener un buen salario, unas buenas condiciones laborales o un coche mejor que el nuestro. Lo único que tenemos derecho a hacer es preguntarnos por qué nosotros no lo tenemos, y cuáles son las causas que nos han llevado a donde estamos ahora y qué debíamos haber hecho para no estar en nuestra situación. Y, en la mayoría de los casos, la respuesta es la misma. Estudiar y trabajar duro para labrarse un futuro mejor. A ningún profesor, juez, notario, cirujano o controlador les han regalado su puesto de trabajo ni sus condiciones. Todos han tenido que estudiar duro, trabajar aún más duro, superar muchas pruebas para llegar donde están.

Me hace mucha gracia cuando voy a mi pueblo y la gente me dice “¿Qué pasa Controlador? ¡Qué bien que vives, qué suerte tienes!!”. Aunque sé que me lo dicen sin malicia ninguna (en muchos casos), hay algunos que no saben o no quieren saber que mi trabajo me ha costado, que desde que tenía 15 años es la meta que me fijé. Que no me han dado la licencia así por mi cara bonita, ni porque les caía bien ni porque me ha tocado la lotería. Muy poca gente ha visto las horas de estudio para aprender inglés tanto en la universidad como en las academias, ni el dejar mi casa y la universidad para pedir un crédito al banco e irme a trabajar de azafato de vuelo a Londres para mejorar mi inglés en una compañía de bajo coste con un salario ínfimo, ni el irme de Au Pair a cuidar a dos niños un par de meses a cambio de casa y comida (y a su vez repartía panfletos de propaganda por Bournemouth para sacarme un poco de dinero) hasta que empecé el curso de controlador, ni los 11 meses de curso intensivo en el que si suspendes un examen vas a la calle, ni 18 meses de prácticas en los que aprendes a controlar de verdad y tienes que superar muchas pruebas y hacerlo todo bien porque si no te echan a la calle. Todo eso contando además con vivir en otro país, completamente sólo, con tu familia en España y tu novia en Italia, y cobrando un salario con el que sobrevivir, justamente. Y ahora vas y me dices que qué suerte tengo, ¿no?.

Y al igual que yo, miles y miles de personas que se han pegado años y años estudiando para unas oposiciones de maestro, profesor, jueces, registradores de la propiedad, etc, personas que por sus aptitudes y sobre todo su actitud, avanzaron, crearon, innovaron y se forjaron un futuro laboral que les permite disfrutarlo en el presente. Personas que fueron al colegio, al instituto, y luego a la universidad. Algo que hoy en día todos pueden hacer si quieren.

Por eso, no tenemos derecho a quejarnos ni a criticar a este grupo de profesionales “mortales”. Y si los envidiamos, sólo estamos reconociendo nuestro fracaso como personas, ya que si hubiéramos puesto algo más de nuestra parte, si hubiéramos escogido un camino más difícil en la vida para llegar a una meta más alta, estaríamos hoy donde están ellos.

En fin, sólo os pido que reflexionéis un poco cuando pensemos en alguien con cierto nivel de envidia y en vez de envidiar lo que tienen, pensemos un poco en por qué no las tenemos nosotros.

Un saludo, blogeros!